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ISRAEL Y LA DIÁSPORA. ¿RELACIÓN EN CONFLICTO?

Pareciera que en años recientes la relación entre los judíos de la diáspora y el gobierno de Israel, ha sufrido cambios.


Hoy en día la tendencia del gobierno israelí es hacia la derecha; acciones como construcciones en los territorios que se encuentran fuera de la línea verde, el subsidio por parte del gobierno en la infraestructura de los asentamientos, son algunas de las políticas que han provocado distintas opiniones entre los judíos da diáspora; algunas a favor y otras en contra, censurando y reprobando las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Israel.


Un gran número de académicos e intelectuales judíos han condenado la política israelí actual. Para mostrar su desaprobación, muchos de ellos se han unido al boicot hacia los productos fabricados en los asentamientos, otros se han unido a grupos como J-Street, e incluso algunos han ingresado activamente al movimiento BDS.

Por su parte el gobierno israelí, propuso la prohibición de entrada a Israel a todos aquellos judíos que son integrantes de movimientos en contra de las políticas del Estado.


Esta sensible cuestión, figura como un elemento nuevo en la relación de Israel con la diáspora, ya que desde su fundación, los judíos de la diáspora hemos sentido un profundo vínculo y conexión con Israel, teniendo dentro de la conciencia de cada uno de nosotros una enorme gratitud y orgullo hacia el proyecto del Estado, sintiéndonos obligados ética y moralmente a apoyar incondicionalmente a Israel de la forma en que nuestra condición nos lo permita, ya sea económicamente, por medio de contribuciones, o activamente por medio de la difusión de las cualidades, la capacidad y logros que se dan día a día en Israel, y otros por medio de la aliyá.


El común denominador de la relación Israel y el mundo judío era de interdependencia, Israel procurando a la diáspora de seguridad y tranquilidad, y así mismo los judíos de la diáspora en constante cooperación para fortalecer al Estado. Si hay algún elemento que definía el vínculo de la diáspora con Israel era la profunda afinidad, conexión y respeto hacia en Estado.


¿Acaso las políticas del gobierno en Israel están cimbrando un antes y un la relación con la diáspora?


Si algo nos definía es el “pacto” moral por parte de la comunidad de la diáspora, donde ni siquiera nos atrevíamos a cuestionar ninguna acción ejercida por parte de Israel; lo apoyábamos incondicional e indistintamente; de lo contrario la sensación era la de cometer una especie de “traición” hacia nuestra esencia, hacia nuestra historia, nuestro pasado, nuestro futuro, nuestra seguridad, nuestra religión y tradiciones; por ello y por no estar allí como judíos apoyando en las guerras, en los ataques terroristas, en la violencia vecina; estábamos en deuda eterna con Israel.


Sentirse judío era sentir a Israel dentro de uno mismo, dentro de nuestro corazón, Israel era “sagrado” para cualquier judío en la diáspora, era el centro de nuestra identidad, era nuestro orgullo, el triunfo contra el mal, el símbolo de valentía, la recuperación de nuestro hogar bíblico, la victoria judía. Gracias a Israel nosotros nos percibíamos más seguros en la diáspora, nos sentíamos respaldados, protegidos y cuidados.


Si bien es cierto que el ser humano tiene por derecho la libre expresión, y que por medio de esta nos comunicamos y exponemos al otro nuestras ideas y valores; también es cierto que dentro de la libre expresión debe de haber límites y estos se demarcan cuando nuestros juicios y pensamientos dañan al prójimo.


¿Acaso debemos ser nosotros, los mismos judíos, los que condenemos y reprobemos las políticas de Israel?


Valoremos cuando es conveniente expresar nuestro punto de vista y cuando es mejor callar. Ya la historia se ha encargado de demostrarnos un sinnúmero de veces la hostilidad permanente por parte de la mayoría hacia nosotros, los judíos.


¿Por qué ser nuestro propio enemigo? ¿Qué lograremos a través de la auto crítica? ¿Qué no es suficiente con la cantidad de condenas que vemos hacia Israel por parte del mundo, incluyendo la ONU? ¿Estaremos buscando acabar con lo que es nuestro?


Suficiente tenemos ya con los juicios ajenos manifestados a través de la violencia, crítica, desaprobación hacia nuestros proyectos e ideales como pueblo. No nos encaminemos hacia nuestra ruina.


Examinemos nuestras prioridades, Israel solo es uno y es el único Estado judío; en cambio, los gobiernos son pasajeros, hoy podemos ver en Israel un gobierno que probablemente no comulgue con nuestras ideas, pero sabemos que las ideologías políticas cambian con el pasar del tiempo. ¡Israel debe permanecer a pesar de los distintos gobernantes!.


Observemos a Israel desde una perspectiva más amplia, no caigamos en miopías, contemplemos su existencia a largo plazo y no nos detengamos en asuntos pasajeros. Preguntémonos ¿Qué es más importante para nosotros el pueblo judío? ¿La unidad, o la dispersión y el debilitamiento?


Demos fin a los juicios demasiado severos; al fin y al cabo Israel es un país todavía muy joven con apenas 68 años, recordemos como se encontraban los diferentes países a sus 68 años de vida. La formación de cualquier Estado se consolida por medio de prueba y error, por medio de la experiencia. Dejemos de condenar a Israel y apoyémoslo en su proceso de desarrollo como nación, dándole un camino libre de juicios para que así pueda seguir floreciendo.


“Cuida tus palabras; que ellas no levanten un muro entre ti y los que contigo viven”.

Tales de Mileto.






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